lunes, 13 de agosto de 2012

La Vivienda en Lima. Del Problema a la Solución

Soc. Antonio Rengifo Balarezo

                                                            

A la memoria del Arq. Fernando Belaunde Terry

El desalojo de los vendedores ambulantes con sus kioscos, el enrejamiento de los parques y plazuelas y la erradicación de carros cuasi abandonados en la vía pública han agudizado el problema de la vivienda en Lima.

¿En dónde pernoctan los sin techo?

En la noche los puestos o kioscos de los ambulantes también eran dormitorios; igualmente, algún vericueto de un parque o plazuela también era dormitorio.  (Acuérdense de El Petiso, el niño que murió electrocutado en la plaza San Martín.).  Esta situación ha cambiado, en cierta manera, por las acciones violentas del aparato represivo; pero, como contraparte, no se han ofrecido condiciones que posibiliten adquirir y mantener una vivienda con cierto grado de amor propio y de dignidad.

Los pobres no solo utilizan como dormitorios precarios los lugares ya mencionados, sino también los numerosos y mugrientos microbuses del transporte urbano que en las noches no son guardados en cocheras y permanecen en la vía pública. Conciertan un trueque de servicios con lo propietarios de los microbuses: guardianía nocturna a cambio de pernoctar en el vehículo.  Contrasta la situación expuesta con la aspiración de toda persona a un hogar y a vivir en una comunidad en la que pueda sentirse relativamente orgullosa.

¿En dónde viven los pobres?

En los tugurios de los antiguos barrios, azoteas de edificios añejos, al borde de los ríos, en los lechos de los huaycos, laderas de los cerros, cerca a basurales y humedales y a contaminantes químicos.  (Hasta hay una barriada asentada en la superficie de un relleno sanitario y otra en la cera de enfrente a los nichos de un cementerio).  En suma, viven en zonas de alto riesgo para la vida, la salud y la seguridad ciudadana, es decir en zonas marginales al mercado de tierras y contraviniendo el reglamento de construcción, sanitario, etc., etc.

¿Invasión o reivindicación?

Los pobres que no tienen capacidad de ahorro ni de endeudamiento para comprar un lote y los materiales de construcción.  Tampoco tienen dinero para pagar los servicios, a precio de mercado, de un arquitecto y otros profesionales; igualmente, para la licencia de construcción y/o la declaratoria de fábrica.  La mayoría de los que padecen del problema de vivienda son insolventes. Ninguna entidad financiera otorga un préstamo a quien ofrece una garantía no compensatoria.  Ni tampoco le conviene otorgar numerosos préstamos por pequeños montos, pues se elevan los gastos administrativos.

Ante la inviabilidad de integrarse al sistema por medios legales y la imperiosa necesidad primaria por satisfacer, los sin techo se ven impelidos a “informalizarse” para la obtención de un lote.  Y como no es una cuestión optativa, simplemente invaden.  Tal así es, que Lima ha crecido por invasión y no por inversión, según la fórmula acuñada por actual .Viceministro de Vivienda,  arquitecto Miguel Romero Sotelo.

Para invadir, miles de pobres aguardan la presencia de una situación favorable: la temporada electoral, la asunción al gobierno de un presidente o las fiestas navideñas o del nuevo año.  ¿Dentro de la estrategia de supervivencia, cómo definen una situación favorable?  A los invasores lo peor que les puede ocurrir no es el “costo” en vidas humanas al resistir la violencia de las fuerzas represivas del Estado; sino el desalojo.  El logro del objetivo es quedarse en el terreno que han invadido y consolidarlo o, en el peor de los casos, lograr una reubicación.  Pero, ¿cómo los sin poder adquieren capacidad negociadora?. ¿ El supremo poder, el Estado, negocia con la población marginada del poder?.  ¿Qué paradoja es esta?

La negociación política: los sin techo y el Estado.

El gobierno y los políticos se acuerdan de los pobres en época electoral (o en situación de emergencia social como lo es una guerra subversiva).  Los visitan y publicitan actitudes “humanitarias”: cargan niños y regalan abalorios.  Pues, las elecciones se deciden en las barriadas o en las grandes urbanizaciones populares, ahora densificadas.  Hasta Boloña, candidato a la presidencia de la república, autor y ejecutor de una política económica polarizadora del fujimorato, ha pernoctado en una barriada.

El pragmatismo de supervivencia de los pobres converge con el pragmatismo de supervivencia de los gobiernos que pretenden perpetuarse en el poder o de los grupos económicos que pretender acceder a él.  Vender ilusiones democráticas a los que necesitan ilusionarse y, a la vez, necesitan servicios básicos.  La contienda electoral es la temporada en que se despliega la coreografía democrática para acceder al poder y justificarlo.  Entonces, la mayoritaria población marginal, se convierte en la comparsa más valiosa.  Todos lo que concurren a la contienda quieren adquirir el voto popular.  Y todos saben los pasos que tienen que ejecutar en la danza, según la coreografía democrática.  Incluso, la población pauperizada.

Las invasiones, mientras no afecten la sacrosanta propiedad privada de la clase dominante, no son todavía un problema para la sociedad y se presentarán cíclicamente. Hasta tres veces han sido desalojados violentamente en Villa El Salvador los pobladores -convertidos en combatientes- que “invadieron” un terreno reservado para universidad y hospital.  Tal vez en la cuarta arremetida logren su propósito.  El conflicto es previsible o remediable si el gobierno tuviera una política de desarrollo urbano.  Pero, en una época regimentada por las leyes del mercado y el abuso del poder, a quién le interesan los problemas de pobres, si es que los pobres no se preocupan por ellos mismos?.  ¿Tomar un terreno por necesidad, es una forma de combatir la pobreza?

El aporte de los que nada tienen


¡Oh paradoja!  Los pobres al avecindarse en cerros eriazos, terrenos pantanosos o arenales no atentan contra terrenos de aptitud agrícola y ponen en valor –aunque sin proponérselo- los terrenos circundantes a la “invasión”.  Sin embargo, a los pobres le cuesta caro una vivienda en una zona marginal: Y les cuesta toda una vida construir con sus propias manos y por etapas su casa; y, a veces la de varias generaciones. Y, por añadidura, activan –relativamente- la industria de los materiales de construcción.
Pero, no sólo es lograr un lote y construir la casa.  Se trata de resolver un problema de urbanismo.. Hay que tomar en cuenta la ubicación del terreno y el acceso al transporte público y el tiempo de movilización a los principales centros de trabajo de los futuros pobladores.  Se trata de la habilitación previa del terreno y del equipamiento urbano. (Aunque se obvia la educación urbana). Para construir veredas, por ejemplo, los pobres aportan su fuerza de trabajo en las faenas comunales. Para lograr los servicios públicos los dirigentes de los nuevos asentamientos humanos se convierten en clientes de los políticos de turno o agentes de intermediación entre la llamada “población de base” y los programas de “apoyo social” del gobierno.  En suma, primero se pone la carreta y luego, los bueyes.   Muchas veces los llamados “traficantes de tierras” sustituyen el vacío de los urbanistas; pues, organizan y dirigen el asentamiento de la población necesitada, trazan calles, lotizan, etc...

¿La pobreza genera la revolución?

Hasta ahora la población necesitada de una vivienda y de una urbanización saludable ha sido utilizada para fines ajenos a ella misma por los políticos que conservan el sistema capitalista. Se aprovechan de la situación de pobreza y la perpetúan.  Para cambiar el sistema despiadado que excluye a millones de personas hay que diseñar una nueva organización de la sociedad.  Pero ¿acaso la pobreza genera la revolución?  ¿Es posible la ampliación del horizonte político como para avizorar el porvenir de un cambio social?

El pensamiento de los que han conquistado un lote está dedicado a conseguir, de a pocos, materiales de construcción y en demandar servicios públicos básicos y donación de alimentos.  El afán de lograr esas demandas concretas e inmediatas; aunadas a la proliferación de sectas religiosas y a la recepción de los operativos psicológicos distractores, configura un blindaje; en cierta medida, a la penetración de una prédica subversiva que pretenda revolucionar el actual sistema social. 

¿Con qué programa de vivienda y urbanismo se pretende el voto popular?

Ni la movilización de los sin techo y el clima electoral ha estimulado el debate del desarrollo urbano.  Las agrupaciones políticas contendientes, ¿habrán confeccionado, dentro de su plan de gobierno, un programa de vivienda y urbanismo?  Solo alguna promesa gaseosa y tangencial al respecto.  Únicamente han puesto énfasis en llegar al electorado denigrando al oponente: haciendo pública su vida privada o atributo personal negativo.  Es lo que se llama argumento ad hominem.  De esta manera se ha atizado la chismografía limeña y se ha complacido el espíritu zumbón, frivolizando el esclarecimiento del problema.

Nadie ha mencionado valiosos antecedentes: el Banco de materiales, obra del gobierno de Acción Popular y la Unidad Vecinal No. 3, diseño urbano paradigmático, obra del Frente Democrático del Dr. José Bustamante y Rivero y que aún conserva su trazo urbano original luego de cincuenta años. (Luis Dorich Torres fue el autor de la pauta urbana)

Un gobierno previsor, y que fuese expresión de los intereses populares induciría “invasiones”, previo acondicionamiento del terreno.  A la mano están las pampas de San Bartolo, los terrenos de las FF.AA. situados dentro de la zona de expansión urbana de Lima, en la carretera Panamericana norte y sur.  La inducción de invasiones de parte del Estado es un componente de la justicia social y no debe extrañar, pues no es novedad.  Ya ha sido aplicada con buenos resultados hace cuatro décadas cuando fue gerente de la otrora Junta Nacional de la Vivienda el arquitecto Manuel Valega Sayán.  A esa política de vivienda se ha debido el hoy distrito de Independencia en Lima y la urbanización El Acero en Chimbote.

En la ciudad se deben reconvertir algunos cuarteles que están dentro del casco urbano en viviendas de “interés social”.  Tendrá que haber en la zona de expansión urbana bolsones de terrenos reservados para casas de “interés social”, tal como ahora las empresas urbanizadoras tienen reservados terrenos denunciados al Estado para especular.  Igualmente, se pueden encontrar soluciones técnicas, elaborar diseños modulares y estandarizar materiales para abaratar las casas de “interés social”.  Elaborar programas de educación urbana para los usuarios y administradores
de viviendas multifamiliares, Y movilizar a los profesionales, especialmente a los arquitectos-urbanistas, pues ya los médicos han rebajado sus tarifas -ante la desocupación-  y han ingresado a las barriadas, hoy, llamados eufemísticamente, Pueblos jóvenes. 

Antonio Rengifo Balarezo es Sociólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, escritor e investigador, a publicado diferentes libros y artículos sobre diferentes temas, tanto de la actualidad peruana  como de nuestro pasado reciente, ha sido docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la Facultad de arquitectura de la Universidad Ricardo Palma y en otros centros académicos.

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