Continuando con el tema la ciudad global, vamos a ver como los efectos de la globalización mundial han generado impactos en la construcción de las identidades urbanas en el caso de Lima metropolitana a lo largo de su historia.
Desde su
fundación en 1535, la ciudad ha intentado construir su identidad a partir de
los imaginarios urbanos occidentales que las distintas generaciones de limeños
deseaban, coincidiendo muchas veces con épocas de bonanza o prosperidad
económica. Sin embargo, estos procesos muchas veces no fueron completados, se interrumpieron
o fueron mal interpretados por sus constructores, generándose una ciudad urbanísticamente
fragmentada y desarticulada. Esto, sumando a la negación constante del pasado
prehispánico de Lima, en la cual se consideraba que la historia de la misma
empezaba con su fundación española, dándose una ruptura en la continuidad del
proceso histórico y cultural de la metrópoli, algo que muchos arquitectos como
Juan Gunther y Santiago Agurto han criticado, rescribiendo ambos la historia de
la ciudad, incluyendo lo prehispánico como parte de nuestro proceso urbano a lo
largo del tiempo. Una prueba de esta oposición, consiente o inconsciente, por
el pasado precolombino, es la demolición hace unos días de una edificación del
siglo III a.c. al norte de Lima, que pertenecía al conjunto monumental El
Paraíso, complejo en U que tuvo las funciones de templo y fue uno de las
primeras construcciones de su tipo en la costa central. La destrucción fue
realizada por una inmobiliaria que pretendía ocupar espacios para edificar
edificios de vivienda de manera ilegal. ¿Que mueve a la gente a destruir el
patrimonio monumental de nuestra ciudad? Ignorancia, olvido, egoísmo, falta de
identidad, o codicia de algunos ciudadanos, pueden ser las respuestas a esa
pregunta.
La construcción
de las identidades en las culturas prehispánicas de Lima se fue gestando a
través de los siglos y en la cual, tanto el contexto geográfico como la
historia influyeron notablemente en el desarrollo de las mismas. Muchas de
estas se formaron producto de las sucesivas migraciones y colonizaciones de
pueblos que venían de otros lugares y que trajeron sus costumbres y ritos propios
adaptándose al lugar, cada uno forjo una identidad propia con sus respectivas
características culturales y sociales, cosa que se manifestó tanto en la
arquitectura; con los templos en U del las etapas mas tempranas, los grandes
complejos piramidales de Maranga y Pucllana, con el uso del adobito como
material constructivo o los centros administrativos de organización ortogonal
como Cajamarquilla, construidos a base de grandes adobones; como en la
organización territorial, de tal forma que cada cultura organizó el territorio
de manera diferente, aunque existió siempre un patrón en común, asociado a una
o varias centralidades principales, generalmente un complejo ceremonial o administrativo
ubicado en un punto estratégico del valle, y hacia los límites del cono de deyección
del mismo, se ubicaron las diferentes poblaciones sobre las laderas de los
cerros, sin ocupar el suelo agrícola e interconectados por un sistema de
caminos hacia las principales centralidades, esto estaba acompañado de una red
de canales que a través de los siglos fueron expandiendo la frontera agrícola,
muchos de los cuales son usados hasta el día de hoy como sistema de regadío
para parques o son desagües de la ciudad. Esta estructura urbana rural se fue
ampliando y modificando a través de los siglos. Las culturas mas tardías como
los Waris, los Ichma y posteriormente los Incas, usaban los templos de origen más
temprano como cementerios. En algunos casos, se modificaron algunas estructuras
más antiguas como el caso de Cajamarquilla o se desarrollaron ampliaciones como
los casos de Maranga y Pachacamac.
Para la llegada
de los españoles, la imagen paisajística de la cuenca de Lima era la de un
valle frondoso como un oasis, rodeado de un sistema de montañas sin vegetación
y grandes desiertos, parecido al los paisajes bíblicos de Egipto y Palestina o
el norte del África, con elementos geográficos propios del lugar como el rio
Rímac, conocido como el “hablador” y cerros sagrados como el San Cristóbal, los
morros costeros y las islas del Callao. Con un sistema de estructuras piramidales
de adobe o piedra que en muchos casos se mimetizaban con el paisaje. Es
probable que los españoles asociaran este contexto al de medio oriente y estas
pirámides a la de las mezquitas musulmanas (habría que hacer un estudio más
profundo del porque los españoles nombraban así a las construcciones prehispánicas).
Las Montañas del Sinai. Wikipedia |
El Aeropuerto Limatambo y el paisaje de Lima al fondo en 1943. Cinabrio.over-blog.es |
Urbanísticamente,
la introducción de occidente en el territorio limeño se da con la fundación de
la ciudad española sobre el centro administrativo ceremonial del cacique Taulishusco,
implementándose el tejido en damero como primer plan urbanizador. Los españoles
trajeron de Europa un modelo hibrido de ciudad renacentista y bastida franco –
española, heredera de la ciudad colonial romana. Para la monarquía española,
este prototipo formaba parte del imaginario urbano de la época a aplicarse en
la tierras del nuevo mundo descubierto, espacio virgen para la construcción del
proyecto de una sociedad nueva, inspirada en la utopía de Tomas Moro, ideal que
estaba lejos de ser real. Sin embargo, los conquistadores que aplicaron a rajatabla
este paradigma en el territorio limeño, siguiendo ordenanzas reales de 1526,
tenían otra visión urbana completamente distinta, considerando que mucho de
estos personajes venían del medio rural español y por ende su visión de ciudad
era más relacionada a los pueblos rurales de las mesetas castellanas y
extremeñas. De esta forma, la imagen urbana que se desarrollo en Lima en sus
primeros 10 años de vida fue la mescla de la trama urbana en damero oficial con
una imagen de pueblito español o andino. Era una parcelación semi rustica de
lotes regulares de 2500 m2, con una vivienda pequeña de techos planos y diseño
muy sencillo ubicado generalmente en las esquinas (puerta en medio y dos
ventanales como fachada más un zaguán con dos habitaciones conjuntas) con un
gran espacio agrícola dentro del lote para cultivos y arboles (imagínense una visión
como la de Cieneguilla hoy en día mesclado con un pueblito de la sierra), con
muros de tapial que rodeaban los grandes lotes y calles de tierra con acequias
para el abastecimiento de agua, era una ciudad difusa y en proceso de
consolidación. Las pocas iglesias que existían eran de diseño muy simple,
probablemente con torres tipo espadaña muy característico de las iglesias
rurales españolas de estilo románico (como la iglesia de San Lázaro en
Arequipa). Por otro lado, el estilo de vida en Lima en esos primeros años era
muy duro; las guerras civiles y las revueltas indígenas hacían que la ciudad
estuviera en constante alerta y los pocos habitantes tenían que estar preparados
para la lucha armada.
Con la
finalización de las guerras civiles y la consolidación del Virreinato Peruano,
Lima empieza a cambiar de imagen. El objetivo del proyecto monárquico de Felipe
II y sus sucesores de la dinastía Austriaca, era el de formar un imperio
absolutista y Católico, una luz de cristiandad en todo el mundo conocido. Eso
se vió reflejado en la imagen urbana de las ciudades coloniales, especialmente en
Lima, donde la vida diaria giraba en torno a las actividades económicas agrícolas
- comericiales y al ritual cristiano católico; el imaginario urbano de la
sociedad limeña de entonces estaba asociado a la corte de Madrid, Sevilla y Roma,
con sus grandes conventos e iglesias. Así, Lima pasó a llamarse la ciudad
convento para el siglo XVII, por la enorme cantidad de estas edificaciones, que
definían junto con las torres del las iglesias el perfil urbano de la época,
los lotes semi rústicos del siglo anterior se subdividen y se densifican en
grandes casonas con los típicos balcones andaluces, creando una imagen urbana
parecida a las ciudades musulmanas de Marruecos
o las ciudades andaluzas. Las plazas eran espacios de mucho bullicio donde se
daban todas las actividades de la ciudad (la plaza de armas era el mercado,
lugar para corrida de toros, espacio para procesiones, autos de fe y fiestas
populares). Se construye la Alameda de los Descalzos para el paseo de los
ciudadanos a imitación de la Alameda de Hércules en Sevilla a inicios del siglo
XVII. A diferencia de esta última, la versión peruana estaba rodeada de
conventos y ubicada en los extramuros. Finalmente, la construcción de la
muralla define una barrera muy fuerte entre la ciudad y el campo que limita el
crecimiento de la Lima por los próximos siglos.
Manchita. Extremadura. España. Foto Enrique Cortes |
Reconstruccion hipotetica de la Plaza de Armas de Lima hacia 1540. Se visualiza la primera Catedral al fondo. Dibujo Enrique Cortes |
Esta imagen de
ciudad empieza a cambiar con el advenimiento de la dinastía borbónica a
principios del siglo XVIII. Según los estudios de Ramon Jofre e Isac Sáenz, las
reformas urbanas de los borbones ordenaban los espacios públicos siguiendo los
lineamientos del clasismo francés, trasladando los antiguos usos y actividades que se daban en las plazas hacia
otras espacios (el mercado y la inquisición pasan a desarrollarse a la actual
plaza del congreso, las festividades de toros a la plaza de Acho ubicada en el
Rímac), se construyen nuevos paseos como el de aguas y el de Piedra Liza o
palacetes de estilo francés como el de la Perricholi, todos ubicados en el Rímac.
Sin embargo, estos cambios no son tan radicales y el perfil urbano sigue siendo
el mismo que el del siglo anterior, a pesar de los graves daños que causó el
terremoto de 1746 en Lima.
La Pradera de San Isidro. Cuadro de Francisco de Goya sobre el Madrid del Siglo XVIII. Arte de Madrid |
Acuarela de Lima a finales del siglo XVIII. Letras Históricas |
Con el
advenimiento de la Republica en el siglo XIX, la imagen urbana de la ciudad
sigue siendo la misma, las clases dirigentes de la época estaban más
preocupadas por las guerras civiles entre los caudillos militares que
concibieron la independencia en 1821. Cuando los conflictos terminaron, hacia
1845, se inicia un proceso de relativa estabilidad política y social en el País,
situación que mejoró económicamente con el llamado boom del guano. Esto hiso
que empezara a surgir una nueva burguesía civil dedicada a la extracción de esa
materia prima, en contraposición a las clases dirigentes políticas, que en su
mayoría eran militares veteranos de la guerras civiles. A pesar de la crisis
surgida tras el conflicto contra España, la nueva burguesía siguió
consolidándose, aspirando a un modelo de vida cuya imagen era la de Inglaterra
o Francia, las potencias occidentales dominantes en ese entonces. El imaginario
urbano de la sociedad limeña de aquel entonces era la del Paris Haussmanniano
como paradigma de orden, cultura y civilización, siguiendo las corrientes
higienistas de la época. Así, empiezan a surgir los primeros equipamientos
urbanos para un saneamiento y mejora de la vida urbana, como la redes de ferrocarriles
suburbanos y sus respectivas estaciones, el nuevo edificio del Mercado Central,
el Panóptico o Penitenciaria (actual centro cívico), el Hospital dos de Mayo y
el Camal General. Por otro lado, se limpian las acequias, a fin de evitar los
miasmas, que consistían en las emanaciones fétidas de suelos y aguas
contaminadas que trasmitían enfermedades.
El proyecto Republicano
de la ciudad Neo barroca Limeña llega a su clímax con la llegada del general José
Balta al poder, dando inicio a una de las mayores reformas urbanas en la
historia de la ciudad, con la constitución del Plan Regulador de Lima de 1872 (el
segundo después del plan fundacional de 1535), realizado por Luis Sada y
Enrique Meiggs. Este proyecto fue inspirado tanto en las reformas Parisinas de
Haussmann como del Plan de Ensanche de Barcelona realizado por Idelfonso Cerda.
Este, constituyó un nuevo ordenamiento de la estructura urbana, por lo cual se
derriban las antiguas murallas coloniales y se proyectaron grandes bulevares de
circunvalación (Avenidas Grau y Alfonso Ugarte), con una plaza circular que
conmemoraba las glorias de la guerra con España (plaza Dos de Mayo) que seguía
el modelo parisino de la plaza de la estrella; un proyecto de ensanche (barrios
de la victoria y breña) y un gran parque, a semejanza de los bosques parisinos
e ingleses (Jardines de la exposición). Sin embargo, la implementación de este
proyecto se realizó de manera parcial, ya que la guerra con chile truncó la
culminación del mismo. La décadas siguientes posteriores a la guerra, se
continuó con el desarrollo del plan pero de manera muy fragmentada, con muchos
cambios en el desarrollo del mismo y con la apertura de nuevas vías y plazas
que si bien continuaban con la influencia Parisina de Hausmman, no respetaron
en parte el plan original de Luis Sada (como el surgimiento de la plaza
Bolognesi, el Paseo Colon y La Avenida Nicolás de Piérola). La última intervención
urbana que tubo influencia neo barroca francesa fue la plaza San Martin,
construida en 1921 para conmemorar el primer centenario de la Independencia Peruana
y que tuvo como probable inspiración la Plaza Vendome en Paris, con su diseño
de espacio regular cortado por la mitad por una vía que la atraviesa.
Suburbio de Los Angeles en los años 20. The Card and the Elephant |
El distrito de San Isidro a finales de los años 40. La Lima que se fue |
Con el
advenimiento de los Estados Unidos como potencia mundial, su influencia
cultural y social empieza a ser trasmitida a todo el orbe, desplazando a la
cultura inglesa y francesa dominante. Así, a partir de 1920, el dominio de esta
nación en la cultura y la economía Peruana era evidente. La sociedad Limeña de
la época, conformada por una nueva burguesía que se enriqueció de los minerales
exportados a Europa durante la primera guerra mundial, tienen como imaginario
ideal las ciudad americana de grandes rascacielos y suburbios tipo jardín con
chalets de baja densidad, con el uso del automóvil como principal vehículo de
desplazamiento urbano. De esta forma, la influencia del urbanismo californiano
fue muy fuerte, teniendo a Los Ángeles como referente importante para las
próximas décadas. De esta forma, la imagen urbana de Lima para finales de los
años 40 era la de una enorme ciudad jardín con casitas de estilos neoclásicos y
grandes jardines arbolados y pequeños parques urbanos, con un centro histórico que
empieza a dejar su pasado colonial y republicano para convertirse en un espacio
financiero de negocios y comercio con edificios a imitación del Manhattan
Neoyorquino. Paralelamente a este proceso, también se dio las influencias de Le
Corbusier y el movimiento Moderno en el urbanismo limeño, que se plasmó en el plan
regulador de 1948, en donde se pretendía desarrollar un proyecto de edificios
prisma para oficinas en el centro histórico a semejanza del plan Voisin de
Paris, proyecto que nunca llego a realizarse.
La Autopista 110 y el Dowtown de Los Angeles al fondo. Flick |
La Vía Expresa de Lima y el Centro Histórico al fondo. Skyscrapercity |
Para los años 50
y 60, la imagen de ciudad americana se consolida en el perfil urbano Limeño. Surgen
nuevos referentes como los de Miami que sirven de inspiración, por ejemplo para
la construcción de multifamiliares en el borde costero de Miraflores; o el
desarrollo de nuevas urbanizaciones jardín en las periferias urbanas (como
Casuarinas en Surco, a imitación de Beverly Hills); La construcción de
autopistas como la vía expresa teniendo como referente las Free Ways americanas
(con la diferencia de que estas últimas eran del tipo viaducto y la vía expresa
era un zanjón); y el surgimiento de San Isidro como centro de negocios durante
los años 70 y 80, con sus torres de
oficinas. Esta construcción del imaginario urbano se da en paralelo al
desarrollo tanto de conjuntos habitacionales para vivienda social inspirados en
el urbanismo Moderno (como el caso de la Unidad Vecinal Nª3 o San Felipe), con
sus bloques abiertos de edificios y las New Towns Inglesas (como las
urbanizaciones Túpac Amaru y Próceres), como el desarrollo desde los años 30 de
un nuevo patrón urbano de asentamiento que se termino consolidando en las
ciudad en las próximas décadas, el de las barriadas o pueblos jóvenes, donde
habitaban los migrantes que llegaban de las empobrecidas provincias a la
capital en busca de oportunidades y que se ubicaban en la periferias de los
cerros y zonas desérticas cercanas a Lima, generando un sistema asentamientos a
la manera de un rosario que rodeaban a la ciudad burguesa. La gente de
provincia trajo sus estilos urbanísticos y arquitectónicos desde los lugares de
origen, introduciendo en muchos casos la típica plaza de armas y el damero
español en los lugares topografía plana. En otros casos, los ciudadanos de
estos barrios imitaban los estilos arquitectónicos de las clases pudientes,
esto generó una imagen urbana muy ecléctica y variada donde predomina la
arquitectura que muchos consideran como “chicha”, aunque este estilo podríamos
definirlo más como una especie de posmodernismo andino en la búsqueda de una
identidad arquitectónica.
La crisis social
y economía del país en la década del 80, reflejada en el terrorismo y la
inseguridad ciudadana, hace que la ciudad jardín, de inspiración nórdica y
americana, se empiece a transformar en una ciudad cuartel, con la cercado de
muros y rejas en los jardines y retiros de los chalets, para finalmente ocupar
las calles, generando el cierre de muchas urbanizaciones como parte de un
proceso de condomización; situación que se mantiene hasta el día hoy. Paralelamente,
la liberación de la economía peruana en la década del 90, trae consigo el
modelo de ciudad neo liberal posmoderna, con referentes de las metrópolis
americanas contemporáneas y las ciudades del sudeste asiático y china; donde surgen
por un lado fenómenos urbanos como el de la Avenida la Marina a semejanza de las
Vegas, con sus casinos y luces de neón; o los paneles publicitarios gigantescos
en las principales avenidas que contaminan el perfil urbano para satisfacer el consumismo
de la gente; los grandes malls y tiendas por departamento que remplazan a las
antiguas plazas; y finalmente, un boom inmobiliario que ha convertido la
idílica ciudad jardín en un caótico continuo urbano de edificios multifamiliares;
en donde la urbanización de baja densidad se transforma en barrios con
edificios para vivienda, demoliendo muchos de los chalets originales. Este
fenómeno es producto del gran centralismo que se ha dado en Lima, el gran
déficit de vivienda para las clases emergentes y medias que van empezando a
surgir, y la falta de espacio y terrenos que la ciudad necesita para seguir
creciendo, lo que ha obligado a muchas inmobiliarias a ocupar y demoler
antiguos solares donde el mercado del suelo es apetitoso por las condiciones
geográficas y de accesibilidad para construir multifamiliares. Este fenómeno de
crecimiento no responde a un plan urbano definido, tampoco a un modelo o
imaginario urbano referencial, si no simplemente al instinto consumista de
suelo por parte de las inmobiliarias que satisfacen tanto sus deseos de
ganancia monetaria, como la de una demanda cada vez más grande de ciudadanos
que optan por la vivienda propia. Esto ha traído como consecuencia la creación
de una imagen urbana caótica con un perfil discontinuo y desordenado, donde
escasean los espacios públicos, y en la que ha aumentado el parque automotor, con
problemas en la distribución de Agua, Desagüe y contaminación acústica y
visual; poniendo muchas veces en peligro tanto el patrimonio arqueológico
prehispánico, colonial y republicano (como el ya conocido caso de las huacas)
como el medio ambiente, construyendo en zonas de alto riesgo sísmico y
ambiental, como los Cerros de Camacho en Santiago de Surco, o los acantilados
de la Costa Verde en Barranco.
La secuencia de
imaginarios que de manera casi cinematográfica han construido el perfil urbano
de Lima, influenciado en muchos casos por los modelos globalizadores
occidentales y por las culturas locales, ha definido una ciudad ecléctica,
híbrida, fragmentada y mestiza. Podemos ver así un pequeño París en el Paseo
Colon y la Plaza de dos de mayo, un poco de Nueva York en la zona financiera
del centro histórico, un pedazo de ciudad musulmana en Barrios Altos y algunas
zonas del centro, un poco de Los Ángeles en el nuevo centro financiero de San
Isidro y en barrios como Casuarinas y la Molina o semejanzas con Miami, Cannes
o Niza en borde costero de Miraflores, o rincón de China en la calle Capón. A
eso hay que agregar la gran cantidad de estructuras y ruinas prehispánicas que
como islas están diseminados sobre una alfombra de edificios y casas, dándole
un toque particular a la ciudad.
Finalmente, están
las barriadas y asentamientos humanos, con sus edificaciones coloridas,
híbridas y eclécticas, llenas de avisos ubicados en sitios ya consolidados que
determinan un perfil urbano muy peculiar; o la sabana de pequeñas cabañas de
esteras y madera que se mimetizan con el desierto costero; sin agua, ni desagüe,
ni luz; y en la que habitan los nuevos limeños, colonizadores que buscan un
porvenir mejor.
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