La arquitectura y
el urbanismo, carreras afines y singulares, son disciplinas holísticas y multidisciplinarias
que abarcan un sin fin de especializaciones que van desde el diseño
arquitectónico hasta la planificación urbana, pasando por la tecnología ambiental,
la gestión inmobiliaria y constructiva, la restauración y conservación, la
actividad académica y hasta las artes; un abanico de orientaciones laborales
que hace de estas unas de las más diversas en el campo laboral. Son también
especialidades que han tenido durante muchas décadas una orientación social –
junto a la medicina o la pedagogía - cuyo fin era el hacer que cada ser humano
pueda usar de manera cómoda los espacios que habita en su vida diaria, tanto
dentro del objeto arquitectónico como en la ciudad misma, según los contextos
geográficos y climáticos del mundo. Esta visión social de la arquitectura y el
urbanismo se da desde el siglo XIX con la primeras teorías higienistas, que
luego se volcarían al desarrollo de la vivienda social concebida primero en los
barrios obreros ingleses y en la ciudad jardín hasta los modelos habitacionales
del movimiento moderno; Soluciones que en el Perú se trataron de difundir tanto
desde la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería como
de movimientos como la Agrupación Espacio en los años 40 y 50; ejemplo de esto
es el gran desarrollo que tuvo el diseño de espacios urbanos destinados a la
vivienda social como los casos de la UV-3 o Previ. De esta forma, muchas
generaciones de arquitectos de la UNI salieron con esa visión y preocupación
por solucionar problemas como el déficit de vivienda, las barriadas y la
carencia de equipamientos públicos o la mala gestión en la planificación
urbana.
Este objetivo social
se ha ido perdiendo en las últimas décadas a medida que el trabajo del
arquitecto se ha vuelto una disciplina enfocada solamente al diseño de las casa
de playa o a la masiva y cuestionada vivienda multifamiliar del boom
inmobiliario, con un objetivo lucrativo y banal donde la rentabilidad es lo
importante y en la que se da poca importancia al entorno urbano, con una
preocupación importante por hacer viviendas en masa como autos en serie y no en
hacer ciudad con calidad de vida.
A pesar de la
tendencia actual, algunos arquitectos han mantenido ese espíritu orientando la
arquitectura como una labor de servicio hacia los demás y no como un fin; este
es el caso de Juan Tokechi, un gran amigo y maestro de todos los que lo
conocimos y gozamos con sus conversaciones y concejos. Hace un par de semanas
el partió de esta tierra, cumpliendo con una misión importante. La de trasmitir
y difundir el trabajo del arquitecto como la de un misionero que va hacia la
comunidad desarrollando la labor proyectual en favor de los más desfavorecidos.
Este “arquitecto descalzo” como el mismo se hiso llamar, estudió el fenómeno
urbano y social de los asentamientos humanos, sus carencias y dificultades,
desarrollando muchos proyectos tanto de investigación como arquitectónicos - urbanos
en zonas como Villa el Salvador y Villa María del Triunfo, con el fin mejorar
la calidad de vida de sus pobladores; diseñó muchos espacios públicos para que
los niños y jóvenes pudieran tener lugar óptimos para recrearse. Además, publicó
un sin número de artículos y libros enfocados al fenómeno de la densificación
urbana de la vivienda popular y la problemática de los espacios públicos en
zonas marginales. Colaboro con muchas revistas de arquitectura y colectivos
dedicados a los temas urbanos, incluso le pedí que publicara uno de sus
artículos en el blog - Local Solydes. Un intento metodológico. Abril 2013 - .
Su labor también
la desarrolló en la vida académica, dictando cátedra en muchas universidades,
difundiendo sus ideas a muchas generaciones de alumnos que lo consideran como
un gran maestro y padre. Los que tuvimos la suerte de conocerlo podemos decir
que era un hombre de una bondad inmensa, que daba su tiempo tanto a los
pobladores de muchos barrios donde él trabajaba como a los alumnos que lo
buscaban siempre para pedir algún consejo o asesoría, y también a los colegas y
amigos que siempre disfrutamos de sus amenas conversaciones tanto en las
reuniones académicas como en las tertulias en el Juanitos o el Superba.
Su espíritu
humilde y franciscano fue un ejemplo para todos nosotros, siempre lo recordaremos
como un hombre que considero el hacer ciudad y arquitectura como una vocación
de servicio y apostolado. Fue un hombre trabajador y luchador que tenía el
sueño de hacer ciudades para la vida, saludables y vitales.
Descansa en paz
Juan San.
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