sábado, 19 de octubre de 2013

Juan Tokechi. Un Modelo de Apostolado

La arquitectura y el urbanismo, carreras afines y singulares, son disciplinas holísticas y multidisciplinarias que abarcan un sin fin de especializaciones que van desde el diseño arquitectónico hasta la planificación urbana, pasando por la tecnología ambiental, la gestión inmobiliaria y constructiva, la restauración y conservación, la actividad académica y hasta las artes; un abanico de orientaciones laborales que hace de estas unas de las más diversas en el campo laboral. Son también especialidades que han tenido durante muchas décadas una orientación social – junto a la medicina o la pedagogía - cuyo fin era el hacer que cada ser humano pueda usar de manera cómoda los espacios que habita en su vida diaria, tanto dentro del objeto arquitectónico como en la ciudad misma, según los contextos geográficos y climáticos del mundo. Esta visión social de la arquitectura y el urbanismo se da desde el siglo XIX con la primeras teorías higienistas, que luego se volcarían al desarrollo de la vivienda social concebida primero en los barrios obreros ingleses y en la ciudad jardín hasta los modelos habitacionales del movimiento moderno; Soluciones que en el Perú se trataron de difundir tanto desde la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería como de movimientos como la Agrupación Espacio en los años 40 y 50; ejemplo de esto es el gran desarrollo que tuvo el diseño de espacios urbanos destinados a la vivienda social como los casos de la UV-3 o Previ. De esta forma, muchas generaciones de arquitectos de la UNI salieron con esa visión y preocupación por solucionar problemas como el déficit de vivienda, las barriadas y la carencia de equipamientos públicos o la mala gestión en la planificación urbana.

Este objetivo social se ha ido perdiendo en las últimas décadas a medida que el trabajo del arquitecto se ha vuelto una disciplina enfocada solamente al diseño de las casa de playa o a la masiva y cuestionada vivienda multifamiliar del boom inmobiliario, con un objetivo lucrativo y banal donde la rentabilidad es lo importante y en la que se da poca importancia al entorno urbano, con una preocupación importante por hacer viviendas en masa como autos en serie y no en hacer ciudad con calidad de vida.

A pesar de la tendencia actual, algunos arquitectos han mantenido ese espíritu orientando la arquitectura como una labor de servicio hacia los demás y no como un fin; este es el caso de Juan Tokechi, un gran amigo y maestro de todos los que lo conocimos y gozamos con sus conversaciones y concejos. Hace un par de semanas el partió de esta tierra, cumpliendo con una misión importante. La de trasmitir y difundir el trabajo del arquitecto como la de un misionero que va hacia la comunidad desarrollando la labor proyectual en favor de los más desfavorecidos. Este “arquitecto descalzo” como el mismo se hiso llamar, estudió el fenómeno urbano y social de los asentamientos humanos, sus carencias y dificultades, desarrollando muchos proyectos tanto de investigación como arquitectónicos - urbanos en zonas como Villa el Salvador y Villa María del Triunfo, con el fin mejorar la calidad de vida de sus pobladores; diseñó muchos espacios públicos para que los niños y jóvenes pudieran tener lugar óptimos para recrearse. Además, publicó un sin número de artículos y libros enfocados al fenómeno de la densificación urbana de la vivienda popular y la problemática de los espacios públicos en zonas marginales. Colaboro con muchas revistas de arquitectura y colectivos dedicados a los temas urbanos, incluso le pedí que publicara uno de sus artículos en el blog - Local Solydes. Un intento metodológico. Abril 2013 - .


Su labor también la desarrolló en la vida académica, dictando cátedra en muchas universidades, difundiendo sus ideas a muchas generaciones de alumnos que lo consideran como un gran maestro y padre. Los que tuvimos la suerte de conocerlo podemos decir que era un hombre de una bondad inmensa, que daba su tiempo tanto a los pobladores de muchos barrios donde él trabajaba como a los alumnos que lo buscaban siempre para pedir algún consejo o asesoría, y también a los colegas y amigos que siempre disfrutamos de sus amenas conversaciones tanto en las reuniones académicas como en las tertulias en el Juanitos o el Superba.

Su espíritu humilde y franciscano fue un ejemplo para todos nosotros, siempre lo recordaremos como un hombre que considero el hacer ciudad y arquitectura como una vocación de servicio y apostolado. Fue un hombre trabajador y luchador que tenía el sueño de hacer ciudades para la vida, saludables y vitales.


Descansa en paz Juan San.

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